dijous, 21 d’abril del 2011

EL SEGUNDO DÍA


Sabado, 4 octubre de 1768

Juan Mendoza se había levantado temprano para supervisar las tareas matutinas a bordo del navío y de paso para recibir las instrucciones de su amigo y capitán José María Espinoza. Mendoza se vistió, se calzó sus zapatos y salió de su camarote no sin antes asegurarse que se había afeitado correctamente con su navaja.
Mendoza se dirigió al despacho del capitán; allí estaban aparte del citado anteriormente se encontraban el capitán, de la Fuente y Mariano Costa. Aquél hombre era lo que se podría decir una especie de autoridad naval con orden directa del jefe supremo de la armada para controlar las acciones del capitán, la armada necesitaba asegurarse de que el mejor buque de que disponía la armada no sufriese algún percance. El Europa se botó en el dique seco de Cuba y desde allí se trasladó a Cádiz.
El capitán  ante sus dos amigos y Mariano Costa  abrió el sobre con las ordenes de navegación. El sobre considerablemente grande no tenía nada destacable, pero la carta era de un papel especial de alta calidad con un texto escrito a pluma con una gran fluidez. La carta la firmaba el jefe supremo de la armada con sello real desde la corte del rei, cosa que significaba que aquella misión era vital para el país.
Las ordenes eran claras, debían ir a Nápoles para transportar una cantidad de oro suficiente para abastecer a todo el reino durante varios años, además del oro se debían embarcar unos barriles de ron y pólvora con la que se podía crear un gran explosivo y finalmente unos fardos de pescado para la tripulación; por suerte las bodegas del navío eran enormes y cabría toda la carga, eso si, la velocidad del navío se vería ralentizada.
La distancia a recorrer era muy larga, aproximadamente unas 1106,37 millas náuticas equivalentes a 2049 Km que en línea recta equivalen a 609,07 Mn y tardarían unos nueve días ya que la velocidad de este buque con las condiciones propicias es de cinco nudos la hora, es decir, unos 9,26 Km/h. La misión era altamente secreta pero seguramente la información se habría filtrado a los enemigos por lo que la travesía de regreso sería peligrosa. Difícil tarea comportaba llevar tanto oro a Cádiz y no a Barcelona o a Valencia donde el transporte de la carga a Madrid sería más rápida.
Mendoza al conocer la misión le vino a la memoria el recuerdo de su familia que murió en una incursión en territorio enemigo, murieron su padre y su hermano mayor, la madre enfermó y murió y su hermano menor..., prefería no pensar en ello. Mendoza por lo tanto se quedó solo pero la mistad que le unía con Espinoza desde la infancia le proporcionó una nueva vida.

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